Viernes, 27 de junio de 2003
Hubert Matos, uno de los líderes de la Revolución cubana, estuvo 20 años preso
"Castro ha enseñado a los cubanos a mentir, a prostituirse y ha acabado con la economía del país" (I)
El que fuera el número tres de la Revolución cubana fue invitado en Madrid por la Asociación de Periodistas Europeos (APE), para presentar su libro: "Cómo llegó la noche"*, en el que relata su participación y liderazgo en la Revolución cubana y su encarcelamiento durante 20 años por no estar de acuerdo con el rumbo que siguió Fidel Castro una vez en el poder. Esta es la primera parte de las dos en que está dividida la entrevista con este hombre, de 83 años, que derrocha dignidad, elegancia, inteligencia y a la vez sencillez, sensibilidad y humanidad. Incomprensiblemente, no demuestra odio hacia Castro (quien le acusó injustamente de traición y sedición además de condenarlo a prisión) pero sí se emociona, y se le llenan los ojos de lágrimas, cuando habla de la tragedia que vive su amado país: Cuba.
Por Miguel Humanes
"Castro ha enseñado a los cubanos a mentir, a prostituirse y ha acabado con la economía del país" (I)
El que fuera el número tres de la Revolución cubana fue invitado en Madrid por la Asociación de Periodistas Europeos (APE), para presentar su libro: "Cómo llegó la noche"*, en el que relata su participación y liderazgo en la Revolución cubana y su encarcelamiento durante 20 años por no estar de acuerdo con el rumbo que siguió Fidel Castro una vez en el poder. Esta es la primera parte de las dos en que está dividida la entrevista con este hombre, de 83 años, que derrocha dignidad, elegancia, inteligencia y a la vez sencillez, sensibilidad y humanidad. Incomprensiblemente, no demuestra odio hacia Castro (quien le acusó injustamente de traición y sedición además de condenarlo a prisión) pero sí se emociona, y se le llenan los ojos de lágrimas, cuando habla de la tragedia que vive su amado país: Cuba.
Por Miguel Humanes
- ¿Cuál es su objetivo con este libro?
- Que se conozca bien la verdad histórica sobre el proceso cubano y la verdad sobre mi prisión y mi proceso. Pero más que una motivación de tipo personal, por las calumnias que Castro echó sobre mi persona, me mueve (y me duele) mucho más el drama de mi país, la desgracia que Cuba ha asumido, y está asumiendo todavía, y la gran traición que Castro hizo en todo esto que llamamos la Revolución cubana. Porque la Revolución se hizo fundamentalmente para restablecer el sistema democrático, para acabar con una dictadura y darle al pueblo posibilidades de que se realizara, con instituciones libres, dentro de lo que es el Estado de Derecho. Y resulta que Castro ha impuesto una dictadura que es mucho más degradante y de consecuencias más perjudiciales, en toda la extensión de la palabra, que la de Batista. Entregó el país a la Unión Soviética (URSS), impuso un sistema totalitario, enseñó a los cubanos a mentir, a prostituirse y a muchísimas cosas humillantes, acabó con la economía del país y después traicionó a toda la gente buena que asumió el proceso revolucionario. Yo, como jefe guerrillero, primero como capitán de guerrilla, luego como jefe de columna (y como comandante), llevé conmigo al combate a infelices muchachos que eran idealistas y murieron creyendo que iban a propiciar la liberación cubana. Y resulta que lo que propiciamos fue el establecimiento de un sistema totalitario, que conocíamos a distancia, por los libros, por las cosas que hablaban de la URSS, de los países socialistas, pero nunca pensamos que también lo padeceríamos en carne propia los cubanos.
- Profesor, ¿cómo fue exactamente su desencuentro con Castro? Parece exagerada un pena de 20 años por... desavenencias ideológicas. ¿Cómo reaccionó él cuando usted le dijo que renunciaba porque no le gustaban los derroteros por los que se encaminaba la Revolución?
- Voy a empezar por lo último. Para Castro, los que le acompañan son instrumentos para sus planes. Y su primer plan es la satisfacción del ego. Cuando alguien ya no le es útil, cuando ya le sacó el jugo, ese es su peor enemigo. Se ensaña con él y lo denuncia como el ser humano más despreciable, como hizo conmigo. Con Camilo Cienfuegos (1) no tuvo oportunidad de denunciarle porque no fue necesario, porque además fue una traición de Castro directamente a Camilo, de él y de su hermano Raúl Castro, que lo que hicieron fue desaparecerlo, no se sabe en qué condiciones, pero lo desaparecieron. Así que para Castro, la gente que le acompaña es muy útil y valiosa en la medida en que encaja en la realización de sus planes, pero son elementos despreciables y de la peor calidad humana cuando ya no le sirven. Ese fue el caso mío.
Vamos con el desencuentro con Castro. Pero antes quiero decir una cosa: Yo nunca imaginé que a mí me iban a torturar. Está bien que (Castro) me acusara de cuantas cosas quisiera, lo hacía para calumniarme para poder justificar la condena. Pero después que estoy preso, que soy una pobre víctima en sus manos, que me rompan huesos, que me arranquen tendones y esos horrores... ¿sabe?, yo no entendí eso, ni entiendo hoy todavía por qué hace eso.
El desencuentro. Castro, sin lugar a dudas, pensaba desde allá, desde la sierra (con anterioridad al triunfo de la Revolución en enero de 1959), quedarse en el poder, pero lo escondía. Lo escondía presentándose como un demócrata. Ví algunas actitudes despóticas de él tratando a su gente que me alarmaron...
- ¿Es cierto que Castro humillaba a sus oficiales?
- Sí, sí, sí. (Y el libertador de Santiago de Cuba prosigue con lo que vio en Sierra Maestra y no le gustó): Ví las cosas de la marihuana (2), su sociedad con los que llevaban y traían la marihuana y también me alarmó, pero en realidad cuando ya llegamos al poder, lo ví en un coqueteo con los comunistas utilizando a Guevara (el Ché) y a Raúl (Castro, hermano de Fidel). Guevara sabíamos que más o menos tenía algo de marxista, pero él siempre decía: “Yo nos soy comunista, los comunistas son un lastre en este proceso. No nos hacen falta, no nos han hecho falta, ni nos harán falta”. Castro fue encubriendo todo esa complicidad con los comunistas atribuyéndosela a Guevara y a su hermano Raúl y decía: “Tampoco podemos eliminar a los comunistas que no participen ahora en la Revolución porque son elementos útiles, pero lo que no se puede es darles una participación en el control del poder. Que se integren en el proceso, pero que no determinen el proceso”. Todo eso lo hizo para entretener, para hipnotizar al pueblo de Cuba, para seguir utilizando la cooperación, que venía de mucha gente. La mayoría del Ejército Rebelde no era comunista, ni hubiera aceptado el comunismo si hubiera sabido a tiempo lo que venía.
Y hubo un momento en que yo quise que definiéramos los postulados de la Revolución, hacia dónde vamos, porque yo tenía mis dudas. Entonces, en una ocasión, en julio de 1959 cuando llevábamos cinco meses en el poder, le pregunté algo que ya habíamos discutido varias veces y de lo que hablábamos desde los primeros tiempos de la Revolución: “Bueno, ¿y cuándo vamos a crear un consejo revolucionario? Para que haya una dirección colectiva bajo el mando tuyo, con la orientación tuya y donde se tracen las pautas con claridad y donde se discuta la ley antes de llevarla al Consejo de Ministros (porque un proceso revolucionario es una cosa de una trascendencia enorme para los destinos de la nación)”. Por fin quedamos en que antes de que finalizara el mes de julio nos ibamos a reunir en mi casa, en Camagüey, adonde irían él, Guevara y Raúl para discutir los cuatro sobre todos estos asuntos. Yo le pregunté si no iría también Camilo (Cienfuegos) y me dijo que no, “Camilo no cuenta en esto”, dijo Castro. Despreciaba a Camilo, aunque en público lo elogiaba y Camilo lo sabía. Llegó el día de la reunión y no estaba Guevara. Raúl vino por un lado y Fidel vino por otro, yo me di cuenta de que no habían avisado al Che, pero no dije nada. Fidel le preguntó a Raúl si no había avisado al Che y Raúl dijo que pensó que lo avisaría Fidel. Yo me di cuenta de que aquello tenía mucho de comedia, una comedia burda. Y fui consciente de que definitivamente había un plan para desviar la Revolución del compromiso democrático y establecer un régimen dictatorial...
- Cuando sólo habían pasado siete meses del triunfo revolucionario, ¿usted percibía que eso podía ser así, que la Revolución caminaba hacia una dictadura?
- Claro. A raíz de lo que te contaba, unos días después se sucede la renuncia del presidente Urrutia (3), que no fue una renuncia, fue un golpe de estado porque Fidel sorprendió a la nación cuando en televisión se difunde la noticia de que Fidel Castro ha renunciado como primer ministro. El país se conmocionó. ¿Cómo que Fidel renunció? El gran líder al que apoya el noventa y tantos por ciento de los cubanos..., todo el mundo especulaba con la noticia. Y por fin, por la noche se aparece en la televisión para explicar su renuncia: “Yo he renunciado porque el presiente Urrutia está bordeando la traición”. También estaba con el cuento de que había un fermento comunista en las filas del Gobierno... y bueno las voces populares clamaron diciendo: “Fidel, tú no tienes que renunciar, que renuncie el presidente”. Y en esos momentos si el pueblo coge al presidente, lo arrastra. Y días antes (lo cuento en el libro), Urrutia me había confesado que se consideraba un prisionero, un rehén: “Yo quiero renunciar. No estoy de acuerdo con la dirección del proceso y no me dejan renunciar, ni siquiera me dejan una salida para ir escalonadamente separándome de todo esto”. Y después Fidel lo acusó de estar incubando la traición. Unos días después (julio de 1959) yo envío una carta con mi renuncia a Fidel. El me llama, me dice que no me puedo ir, que hago falta, que tengo capacidad organizativa, que soy uno de los pocos oficiales con estudios universitarios, que tengo nivel político, etc., etc.
- Sr. Matos, usted, ¿qué posición ocupaba en el ránking de la Revolución? Estaba Fidel, Raúl, el Ché, Camilo Cienfuegos...
- No, mira. En enero del 59, Castro vuela en el avión presidencial (que a pesar de ser “presidencial” y Fidel no ser aún ni primer ministro, él usaba a su antojo) y me avisa Celia Sánchez (4) que el avión va a hacer una escala en Camagüey procedente de Santiago de Cuba y que Fidel tiene algo importante que decirme. Llegué al aeropuerto a la hora convenida y Fidel ordenó bajarse a todo el mundo, hasta a Celia (y eso que Celia era de toda confianza, de Fidel y mía. Ella y yo ya eramos como hermanos antes de que apareciese Fidel) y nos quedamos los dos solos. Yo pensé: “Qué misterio”, y Fidel me dijo: “Lo que te voy a decir quizás te sorprenda, pero tenemos muchos comandantes en la Revolución, por ejemplo, Camilo, un tipo carismático, pero es un bohemio, desorganizado... Este no es el caso del Che, que es un tipo inteligente, con ideas..., pero mírale ahí, en la cabaña está rodeado de comunistas, tiene un poliburó allí. En resumen, lo que te quiero decir es que tú eres el tercer hombre de la Revolución. Primero estoy yo, luego Raúl (Castro) y después estás tú”.
- Cómo le gustaban, y cómo le gustan, a Castro las intrigas, ¿no?
- Lo que quería era comprarme, comprarme de por vida. Siempre que me hacía regalos o me halagaba, yo estaba a la defensiva porque le conozco. En una ocasión, en la lucha, (porque yo no me callaba ante las cosas que no me parecían bien), vino un oficial a decirme que o me retractaba o iba preso. Y ni me retracté, ni fui preso, ni nada.
- Y usted le presenta su renuncia pocos meses después.
- Sí, le presenté una primera renuncia y él quedó para hablar conmigo. Yo le dije a Castro que desde el primer día que él me hizo comandante, mi interés era volver a la escuela (Matos es profesor). “Olvídate de la escuelita”, me espetó. “No, tu no te puedes ir, Hubert. Quítate esas ideas (la idea de que la Revolución caminaba hacia el comunismo). Tu dices que eso (el comunismo) va a ocurrir y yo te digo que no. Imaginemos que sí va a ocurrir, entonces nos sentamos, conversamos, analizamos la situación, nos despedimos como amigos, como hermanos y no pasa nada”. Yo por supuesto no se lo creí. Y la verdad es que me daba tristeza separarme de un proceso en el que había visto tanta gente buena sacrificarse, e incluso morir. Compañeros y hermanos de los que yo más quería, verlos morir en combate..., en mi memoria tengo aún 20 casos. Pero volviendo a mi conversación con Castro, él me dijo unas cuantas cosas más y yo, pensando que aún podía ser útil a mi país y a pesar de que a mí no me interesaba la política, decidí seguir en la Revolución.
- Y poco después usted presentó su renuncia definitiva en una carta (que aparece textual en su libro). ¿Qué pasó entonces?
Aquello fue un show. Fidel organizó una campaña en mi contra que, aún conociendo a Fidel como le conozco, todavía no acabo de entender y fue algo que me hizo un daño tremendo, hasta el punto que en una ocasión me dije a mí mismo: “Vale más la pena morirse (la muerte física) que pasar por esto”. Fidel dijo que yo estaba sublevado en Camagüey, que era un traidor, una alimaña que había que sacar de allí..., me dedicó los peores calificativos. Poco después, Fidel envió a Camilo Cienfuegos a detenerme (una semana después “desaparecieron” a Camilo en un vuelo, del que nunca más se supo nada), fui juzgado en un juicio que fue un consejo de guerra y me condenaron a 20 años por traición y sedición.
(En la segunda y última entrega de la entrevista, Matos entra en detalle sobre su detención, juicio y sus 20 años de prisión)
- ¿Qué cree usted que sucedió entre 1959 y 1961? ¿Por qué Castro abrazó el comunismo?
- Pues porque era lo que estaba de moda. El fascismo ya había quedado atrás, cayó derrotado en la Segunda Guerra Mundial, pero hay que tener en cuenta que el marxismo-leninismo en aquel momento representaba una vía para el desarrollo social del pueblo... y a Fidel lo que le interesaba era una estructura y una cobertura filosófica que le permitiera mantenerse en el poder de por vida. Pero nunca ha sido marxista, ni su método, ni su mentalidad, no. Castro es él. Y el poder es para él y todo para él. Si Castro hubiera gobernado pensando de alguna manera: “Yo satisfago mi ego, pero mejoro las condiciones de vida del pueblo”, pero no. Recuerdo que en marzo o abril del año 59, yo iba con Fidel cruzando la bahía de La Habana, hacia el pueblo de Regla, para inaugurar un molino de trigo y al volver, fuimos a unas obras que estaban haciendo en el Puerto, obras que correspondían al período capitalista, anterior al triunfo de la Revolución, y Fidel dio un discurso a los trabajadores en el que, entre otras cosas, tocó el tema social y la problemática de las relaciones con los trabajadores. Y cuando regresábamos por el Malecón, le dije: “Fidel, ¿tú has renunciado a poner en práctica lo que planteas en tu discurso ‘La historia me absolverá’ (5), de darles a los obreros una participación de las utilidades (beneficios) de las empresas?”. Y me dijo: “No Hubert, eso no lo podemos hacer, porque si propiciamos que los trabajadores tengan independencia económica, de ahí a la independencia política no hay más que un paso. ¡No podemos!”. Me quedé sin respuesta, me abismó. “¿Adónde nos quiere llevar este hombre?”, me pregunté, y mientras tanto yo observaba y observaba... Yo sabía que ni el movimiento 26 de Julio (6), que era fuerte, ni el aparato político, ni nadie, hubiera transigido con el comunismo.
- Profesor, dénos algunas pinceladas sobre el perfil humano de Castro. ¿Cómo es en lo personal?
- Es un sujeto único en la historia de la humanidad. Es muy inteligente, pero con una vocación incontenible para la maldad. Entonces, con esa inteligencia excepcional, genial, pues se convierte en un genio para la maldad. Si se hubiera dedicado al cine o a la comedia hubiese sido igualmente excepcional, sería el más grande, o uno de los más grandes actores de Hollywood. Pero le dio por la política, y si se hubiera dedicado al gangsterismo tendría más fama que Al Capone. Pero le dio por esta política sucia, y la situación coyuntural de la nación cubana, con el golpe de estado de 1952, creó el cuadro ideal para que él pudiese hacer una carrera tremenda. Estoy convencido de que si no hay un 10 de marzo del año 1952 (cuando Batista se hizo con el poder), no hubiera habido un proceso insurreccional. Entonces Castro era un líder en la universidad que aspiró a ser presidente de la escuela de Derecho y no lo eligieron porque no convenció a la gente. Con votos no hubiera llegado a ningún lugar. Pero en una situación de excepción, con un pueblo apabullado con el golpe de estado y buscando a alguien que encabezara la respuesta, pues Castro tuvo la inteligencia y la audacia de promover la conspiración que llevó al asalto del Cuartel Moncada (1953), planear ese asalto, quedarse afuera (del cuartel durante el asalto), dejar que mataran a sus compañeros y liderar después el proceso de Sierra Maestra, en la que usó con habilidad sus dotes como estratega (porque diseñó una estrategia apropiada), contó con el fervor del pueblo, con la ayuda y la participación directa de miles de jóvenes que fueron poco a poco incorporándose a la lucha. En fin, que las condiciones ambientales e históricas le ayudaron a Fidel Castro a poner en función su tremenda aventura.
- En la Asociación de Periodistas Europeos (APE) comentó usted el otro día que Castro es audaz pero no valiente...
- Sí, y lo digo con el conocimiento de la verdad. En el libro narro unas escenas que cada vez que me decían en la prisión: “Tú no sales con vida de la cárcel”, me acordaba de ellas: fue cuando ví a Fidel acobardado, sin razón. En una ocasión, en los tiempos de la lucha, estábamos cuatro ó cinco personas con Fidel en un alto (en el libro lo cuento más detalladamente) y había unos aviones ametrallando en la lejanía y aquel hombre tan grandón (Castro) temía que se acercaran. “Fidel –le dije yo-, esos aviones están ametrallando allá, en las vegas, para acá no van a venir”. Los aeroplanos describían un óvalo largo, nosotros estábamos en una cima y Fidel insistía en que los aviones venían. “No, mira Fidel, hay como tres kilómetros de aquí al punto donde dan la vuelta para ametrallar la zona de las vegas”. En una de esas, los aviones dieron un óvalo un poco mayor, se acercaron algo más a nosotros, y aquel hombre se desprende colina abajo y corre como 25 o 30 metros hasta donde estaba la cueva, pero con una ligereza y una habilidad increíbles y se tira y se mete en el agujero. Y Celia (Sánchez), que tenía que obedecer, y dos personas más le siguen y empiezan a gritarme: “¡¡Hubert, entra, entra!!” Y Fidel, tronando con su voz: “¡¡Entra!!”. Yo le dije: “Fidel, yo estoy acostumbrado a que todos los días me tiren los aviones” (yo a todo esto estaba con ganas de reírme). Él insistió, porque es persistente: “Oye, ¡te he dicho que entres!”. “Fidel – le dije yo-, conviene que alguien se quede afuera para avisar cuando los aviones se retiren”. Por fin, media hora después, le dije que los aviones habían dejado de tirar allí y Fidel salió con una cara...
- ¿En qué año fue eso?
- En el 58, en el verano de 1958.
- Y eran aviones de Batista, ¿no?
- Sí, claro. Bueno, el caso es que Fidel ya me había dicho que los aviones lo asustaban mucho. Y en otra oportunidad, mes y medio después, cuando yo regresaba de unos combates difíciles, pasó lo mismo: lo busco y lo busco y ¡me lo encuentro metido en una cueva! El combate había terminado el día antes, pero pasó un avión, o un helicóptero, por allí y se metió en la cueva, que tenía árboles y todo, tenía vegetación arriba, no la podía ver ni fotografiar nadie. Y aquel hombre estaba metido allí y el auxiliar de él, el mochilero, estaba escarbando para darle mayor profundidad para que estuviera más escondido.
- ¿Qué nos puede contar del Che?
- Guevara murió en Bolivia embarcado (abandonado) por Fidel. Es decir, Fidel ayudó al Che, que era un soñador y un aventurero; seguramente quería ir a Bolivia y quería llegar hasta Argentina, pero Fidel le ayudó a que se metiera en una aventura donde no tenía ninguna posibilidad. Porque una cosa es la Sierra Maestra y la lucha de guerrilleros en un pueblo donde todo el mundo hubiera querido tener armas para luchar (no hubo más guerrilleros porque no había más armas), y otra cosa es ir a retar a un ejército convencional, en Bolivia, y probablemente con la esperanza de pasar a Argentina y tomar el poder en todos los países. El Che era un individuo con algunos ideales, pero era aventurero y ya le había sido útil a Fidel. El Che era antisoviético; eso me lo dijo él a mí y después, ya en el poder, nosotros sabíamos que el Che era antisoviético. Y Fidel iba teniendo lazos más y más estrechos con la Unión Soviética. Y además Fidel ya le había sacado el jugo al Che, en la lucha guerrillera, en la imagen internacional... y debió pensar: “Facilito la manera para que este Che se vaya para Bolivia, me lo matan por allá (porque en ese sentido a Fidel hay que reconocerle la inteligencia, es un estratega de un alcance largo) y lo utilizo como pasquín internacional de la Revolución”.
- ¿Cómo era personalmente el Che?
- El Che, mira, era una persona de por sí, austera, callada. Cuando establecía una comunicación de simpatía o de identificación con alguien, entonces no quería callarse, hablaba de esto, de lo otro, se entusiasmaba, dejaba de ser el tipo ese sobrio, callado. Yo tuve la suerte de que le caí bien y le gustaba hablar mucho de literatura y de todo conmigo, pero preferentemente de literatura. Y le gustaba también hablar de la problemática social y yo, para saber ubicarme, pues también aprovechaba para preguntarle y a veces para arrinconarlo, hasta que un día le dije: “Oye, en tu pensamiento hay poco, o mucho, de marxismo”. Y él me respondía: “Es posible que yo sea un marxista, pero no a la manera soviética, yo no transijo con el estalinismo, etc.”. El Che era un hombre cultivado.
- El Che se aburriría en sus puestos de gobierno cuando triunfó la Revolución, ¿no?
- No, yo lo que creo es que ya le estorbaba a Fidel. Lo exprimió y luego lo soltó para que lo trituraran por allá los cuerpos expedicionarios del ejército americano, la CIA, el ejército de Bolivia... Hay 20 amistades que sabemos que el Che envió mensajes de ayuda a Cuba, pero no tuvieron respuesta. ¿Por qué? Porque a Fidel ya no le interesaba. “Que no regrese”, debió pensar. Esa es la historia de Fidel Castro: utiliza a la gente, la usa y después se deshace de ella, de una manera o de otra. En este caso no tuvo que matar al Che, ni como a Camilo (Cienfuegos), ni como a Ochoa (7), ni como a Tony de la Guardia (7)..., los mataron otros, el “imperialismo”... en fin (dice Matos con ironía), fueron víctimas del “imperialismo”...
(I) La segunda y última parte de esta entrevista será publicada en Americaeconomica.com el próximo viernes 4 de julio
* "Cómo llegó la noche”. Hubert Matos. Barcelona: Tusquets, 2002. Colección Tiempo de Memoria.
(1) Camilo Cienfuegos fue comandante de la Revolución. Guerrillero de gran popularidad entre el pueblo Cubano y de legendario valor. Camilo fue aclamado por millones de cubanos y designado jefe del Ejército Rebelde. Su popularidad lo convirtió en uno de los líderes indiscutibles de la Revolución. Enviado a arrestar al comandante Hubert Matos, después de que este renunciara a su puesto en protesta de la influencia comunista en el gobierno revolucionario, Camilo desaparece misteriosamente durante su regreso de Camaguey a la Habana el 28 de octubre de 1959. Siempre se ha especulado que la muerte de Camilo fue obra de Castro, quien le temía debido a su popularidad entre las masas y a su gran sentido de la democracia y la justicia.
(2) En su libro, Matos explica las extrañas actividades de Castro en relación con las plantaciones y el transporte de marihuana.
(3) Urrutia fue el primer presidente de Cuba tras el triunfo de la Revolución (estuvo testimonialmente al frente del Gobierno entre el 8 de enero de 1959 y el 17 de julio de ese mismo año).
(4) Celia Sánchez, muy buena amiga de Matos, fue fundadora y dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en la antigua provincia de Oriente y tuvo a su cargo la distribución del alegato de Fidel Castro, "La Historia me absolverá". Trabajó incansablemente en el llano clandestino. El 19 de marzo de 1957 se incorporó al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra y fue fundadora del pelotón femenino "Mariana Grajales". La voz de Celia estuvo presente en las decisiones más importantes tomadas en la Revolución. Después del triunfo, fue miembro del Comité Central del Partido Comunista, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y secretaria del Consejo de Estado. Murió en 1980.
(5) El 16 de octubre de 1953 Fidel Castro Ruz realizó su autodefensa durante el juicio por el asalto al cuartel militar Moncada, en la ciudad de Santiago de Cuba. El alegato fue publicado en un folleto titulado “La Historia me absolverá”, en 1954. Texto íntegro.
(6) Tras el asalto al cuartel Moncada (1953), Fidel Castro cae preso y cumple 20 meses de prisión. Una vez liberado junto a sus compañeros y antes de partir hacia México, constituye el Movimiento 26 de Julio. La estructura y los objetivos de la organización fue, según sus propios fundadores la siguiente: "El 26 de julio se integra sin odios contra nadie. No es un partido político sino un movimiento revolucionario; sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social".
(7) El 13 de julio de 1989 fueron fusilados el general y Héroe Nacional de Cuba Arnoldo Ochoa, su ayudante de campo, el capitán Jorge Martínez, el coronel del Ministerio del Interior de Cuba Tony de la Guardia y su subordinado Amado Padrón, después de ser condenados a pena de muerte por el delito de “tráfico de drogas” y “traición a la patria”, sentencia dictada por un Tribunal Militar Especial cubano.
Poco después, la sentencia fue ratificada por el Consejo de Estado, bajo el control absoluto de Fidel Castro, quien lo presidía. Siempre se ha sospechado que Castro decidió eliminar a Ochoa y que las acusaciones y el juicio fueron una pantomima.
Segunda parte - Camilo Cienfuegos fue a detenerle a usted a Camagüey, por orden de Fidel Castro, y una semana después Camilo desaparece en un viaje de avión. ¿Qué recuerda de todo aquello?
- Exactamente. Camilo y yo nos habíamos comunicado varias veces en privado sobre la desviación del proceso revolucionario. Camilo fue al primer oficial de las fuerzas armadas al que yo le llevo una propaganda que salía en Verde olivo (una publicación interna del ejército), era un escrito pro marxista que se incluía material informativo de orientación política para las fuerzas armadas. Con ello se pretendía adoctrinar en la filosofía marxista a unos soldados y oficiales que, en muchos casos, eran analfabetos y procedían del campo. “¿Tú has visto esto?”, le pregunté a Camilo. Tras echarle un vistazo, me dijo: “No. Esto puede ser asunto del Che, de Raúl o de mi hermano Osmany (que por aquel entonces era capitán)... Yo me voy a ocupar de ello. Déjame esto aquí”. “No –le dije yo-, tú tienes más periódicos de estos en el Estado Mayor. Este me lo quedo yo”. Porque enseguida me fui a ver a Fidel y cuando se lo enseñé, me comentó: “Hay que hablar esto con Camilo”. Le dije que venía de hablar con él y añadí: “Oye, pero tu eres el jefe de la Revolución, esto no puede estar pasando”. “Bueno, ya me ocuparé yo de esto”, dijo él. Por un tiempito no salieron más artículos de esos. Pero después, y de vez en cuando, tiraban alguno. Aparte de eso, Camilo y yo habíamos hablado sobre la dirección que estaba tomando el proceso revolucionario varias veces en privado, en el Estado Mayor y en un hotel que se llamaba el Gran Hotel de Camagüey, en una ocasión él fue allá, a hacerme una visita...
- Camilo y usted eran amigos, ¿no?
- Sí. Camilo era un tipo abierto, valiente, sus soldados lo querían y desde que nos conocimos hicimos buena amistad, buena relación, buena química. Mi llegada a la sierra (Sierra Maestra) despertó celos en algunos, bueno no, al principio no, porque la llegada a la sierra de Hubert Matos causó muchas simpatías porque llevó las armas (1). Pero apenas me empecé a destacar, los compañeros que desembarcaron con Fidel en el Granma (2) y que no habían llegado muy lejos (eran tenientes, capitanes...) se resistían a aceptarme. Pero Camilo fue de los que desde el principio me trató con cariño, y eso que yo era capitán y él ya era de los preferidos de Fidel. Camilo era un tipo querido por la tropa, querido por el pueblo y además con un don especial, de esa gente que yo digo que tiene estampa: la barba medio canela, sus ojos..., de esas personas que te gana la simpatía por su presencia.
- Eso le pasaba también al Che, ¿verdad?
- Sí, eran de estos sujetos singulares, claro que eran personalidades distintas. Camilo era comunicativo y el Che no.
- Y Camilo va detenerle...
- Sí, después de los meses en que yo estuve con mis dudas y preocupaciones (sobre el rumbo que tomaba la Revolución), Camilo y yo habíamos conversado sobre ello varias veces. Y en una ocasión, Camilo me dice: “Oye, tenemos que discutir con Fidel esto”, y yo le respondí: “Bueno, vamos, vamos a hablarlo con él”. Y Camilo replicó: “Pero tu eres el que hablas porque si yo hablo, Fidel no me hace caso”, “¡No jodas, chico!”, exclamé yo. “Ya te lo he dicho, Fidel en público me elogia, pero en privado me desconoce y hasta me tira a mierda”, me respondió Camilo.
- Castro no respetaba a Camilo
- No, no le respetaba. Pero la gente creía que Camilo era el ídolo de Fidel. Así que Camilo me dijo: “Habla tú, yo no. A ti Fidel te respeta”. Bueno, el caso es que el día de mi arresto, Camilo va turbado, va nervioso, parecía como si se hubiera tomado unos cuantos tragos y hubiera perdido el don de sí mismo. Pero no, no era de tragos. Me dí cuenta de que los Castro lo mandan a arrestarme y él tiene que hacer el papel de perro de presa, a sabiendas de que yo tenía razón, de que el proceso iba desviándose y que él había recibido dos días antes un telegrama mío en el que, de una manera formal, le solicitaba mi licenciamiento de las Fuerzas Armadas para reintegrarme a mis actividades privadas (Camilo era el jefe de las Fuerzas Armadas). Y la noche antes del arresto, Camilo me llama por teléfono, seguro que con Fidel al lado, y me dice: “¿Puedes venir para acá?” (a La Habana. Matos estaba en Camagüey, era el jefe militar de esa provincia y estaba en su emplazamiento militar). “¿A esta hora? Oye Camilo, mi avioneta no tiene instrumentos para volar de noche”. A la mañana siguiente, Camilo me avisa que está llegando al aeropuerto. Yo intuía que lo mandaban a detenerme y ya llevaban tres horas por la radio diciendo que, “Hubert Matos es un traidor, un canalla, una alimaña que hay que sacarlo del campamento, de la cueva...”. Y yo le dije a Camilo: “No te muevas del aeropuerto hasta que yo te mande a alguien”. Y mando al jefe de mi escolta con el jeep para recogerle. Camilo iba con 20 hombres armados, fusiles automáticos, el bazuca... a meterse en un campamento donde hay casi 1.000 hombres, que están con su jefe, yo, su jefe querido y además están con la sangre caliente porque llevan tres horas oyendo por la radio local: “el hijo de perra, traidor, esto y lo otro...”, insultos a mí y a la tropa, y me doy cuenta del peligro que corre Camilo. Además alerto a los jefes de las compañías de toda la guarnición de que no haya ni un solo tiro (porque ya se oía en mi tropa que fuera quien fuera el que quisera entrar en el cuartel, hasta el mismísimo Fidel, iban a entrarle a balazos). Y dí orden de que no podía dispararse una sola arma. Y yo tenía la suficiente autoridad para que eso se respetara. Y ya con Camilo, le dije: “Tú sabes a lo que te han mandado aquí, ¿verdad? Y me respondió: “Sí, pero bueno, vamos a cubrir el trámite”. Y ese día Camilo cayó en desgracia porque estando allí, él discute con Fidel por teléfono. Fidel lo llama desde la Reforma Agraria (La Habana) y Camilo coge el teléfono y le dice que estoy arrestado. Fidel le pregunta qué cómo va todo por ahí y Camilo le responde que todo en orden, pero que los oficiales están indignados por lo que han estado oyendo por la radio, “es un insulto para toda esta gente. Es una metedura de pata”, le dice Camilo. Y a partir de ese momento, cambia su semblante y yo imagino que Fidel le está metiendo tremenda descarga (le regaña). El caso es que viene Fidel a Camagüey y desde el mismo edificio en el que yo estoy, ya detenido, a siete pasos de mí, arenga a la muchedumbre desde un balcón y dice de mí todo lo que quiere y además añade: “Y aquí está el Sr. Matos, cerquita de mí, cómo no tiene valor para venir a defenderse”. Fidel sabe cuál va a ser la reacción mía, pero lo está diciendo para impresionar al pueblo y consciente de que no me van a dejar hablar. Entonces yo le digo a Camilo: “Oye, yo sí tengo muchas cosas que decir, yo voy ahora ahí al micrófono y hablo. Díselo, díselo”. Ramiro Valdés, el jefe del Estado Mayor, estaba custodiándome y en ese momento saca la pistola: “Párate (levántate) ahí y te mato”, me dijo. Y Camilo va hasta donde está Fidel y le toca en el hombro, pero Fidel sigue hablando a la gente. Por segunda vez, Camilo le interrumpe y ahora sí le dice en el oído que yo estoy dispuesto a ir allí a hablar al pueblo, a defenderme. Y Fidel hace una pausa y le dice una cosa en secreto. ¿Qué es lo que le dice? Que le diga a Ramiro Valdés que me lleve preso al Estado Mayor. Camilo no se lo dice a Ramiro delante de mí, sino que le lleva tres pasos más allá para darle la orden de Fidel. Y Ramiro viene y me dice: “Vámonos”. Bajamos la planta y los oficiales que hay allí dicen que si se llevan a Hubert, que les lleven a ellos también presos.
- Profesor, ¿cómo fueron los 20 años en prisión, qué le daba fuerzas para levantase todas las mañanas?
- Ahora te cuento eso. Antes quiero decir que considero que el instigador de la muerte de Camilo fue Raúl (Castro), pero Raúl no se atreve a matar a Camilo, no, no, Raúl no se toma esas atribuciones.
- Raúl tenía muchos celos de Camilo, ¿no?
- Tenía una envidia patológica. Unos celos que no sabía ocultar, él creía que lo ocultaba, pero qué va, todos nos dábamos cuenta de aquello. El propio Raúl debía ser consciente de las limitaciones de su personalidad, era un hombre de recovecos que no caía bien al pueblo. La gente obedece a Raúl porque tiene que obedecer, pero no es un hombre querido por su tropa. El hecho de saberse que es un hombre sin valor personal..., el caso es que le tuvo que haber repetido a Fidel: “Tu sabes que yo soy el sucesor y no tengo chance con Camilo, el pueblo se irá detrás de él, la tropa también y a mí me arrinconará o me matan... Este es el momento, Hubert está preso, lo vamos a fusilar mañana o pasado mañana y Camilo..., esta es la oportunidad de salir de Camilo”. En esta cobertura yo no estoy fantaseando, me estoy refiriendo a un cuadro muy lógico y de acuerdo con la personalidad del uno (Raúl) y del otro (Fidel) y consciente de que a Fidel le molestaban los aplausos a Camilo. Fidel es celoso, es un hombre mezquino.
- ¿Por qué cree que a usted no le fusilaron?
- Porque en el juicio le fallaron (a Castro) todos los cabos. Ocurrieron varias circunstancias que condujeron a que me condenaran a 20 años. Esto es Fidel, Raúl no cuenta ahí nada, él instigaría a Fidel, pero no toma decisión en eso. El tribunal que me juzga por supuesto lo que hace es el artistaje porque es curioso que Fidel era el jefe del Gobierno, es el jefe de las Fuerzas Armadas, él instrumenta todo el juicio y después va a declarar. El tribunal lo integran oficiales bajo el mando de Fidel y hasta el jefe de su escolta es parte del mismo. Y no me fusilan porque se da una serie de circunstancias favorables a mí, como por ejemplo, que para intimidar al ejército en el sentido de que nadie se atreva a cuestionar si el proceso revolucionario se desvía hacia el comunismo o hacia donde se desvíe, si a Hubert Matos lo fusilamos y lo acosamos y lo destruimos en un juicio, pues entonces nadie va a tener la osadía de decir, “no, la Revolución se la están entregando a los comunistas”. Lo que se les ocurre es citar a lo más importante de la oficialidad (en aquel anfiteatro del campamento militar había más de 1.000 oficiales), cuyos principales mandos yo conocía y reconocí al entrar el primer día del juicio, al fin y al cabo yo era uno de los líderes de aquel aparato militar. Y pensé: “Aquí está la flor y nata de la oficialidad. ¿Y para que los han traído? Los han traído porque me van a fusilar y porque quieren intimidar, para dar ejemplo. Y que toda esta gente que presencie aquí el consejo de guerra va a salir apendejada (acobardada) y nadie se va a atrever a cuestionar la marcha de la Revolución”. Y cuando presento mi defensa, sé que es mi oportunidad de decir mi verdad, aunque yo estoy convencidísimo de que me van a fusilar, te lo digo con toda sinceridad, yo hasta el momento en que se dicta la sentencia, estoy al 99% convencido de que me van a fusilar. Queda una remota posibilidad de que no se atrevan a fusilarme, aún con todo lo que el juicio se les viró. Pero fue muy propicia la situación de hablar, en rebeldía, en defensa de toda aquella gente. Cuando me llaman para prestar declaración, yo me despacho y estoy tres horas y pico hablando. Me mandan a callar no sé cuántas veces y yo sigo hablando. Cuando termino, la gente me aplaude. Para mí es una sorpresa que tuvieran la valentía de aplaudir; fue un aplauso contundente. Han traído a la oficialidad a presenciar a Hubert Matos, para que salgan acobardados y lo que hacen es aplaudir su defensa.
- Si le hubieran fusilado hubiera sido...
- Un reto para toda aquella gente. Además, el mismo día de mi arresto se suicidan dos compañeros de la tropa nuestra, el capitán José Manuel Hernández, en un acto supremo e inconcebible, se mata por la acusación que me hacen. Él habla con Camilo para protestar por mi detención y Camilo le dice que no se meta en esto, que no tiene nada que hacer. Entonces Hernández se va a su ciudad, va a la estación de radio, redacta una carta diciendo que Hubert Matos no es traidor, que se va a suicidar, que Hubert Matos despida su duelo, etc. Regresa al campamento, coge la pistola y se mata. Eso tuvo que haberles alertado a Raúl y a Fidel. Si hay hombres que defendiendo el honor de Hubert Matos, se matan... eso les tuvo que hacer pensar. El otro fue un sargento que también hace lo mismo. Yo le había visitado en el Cuartel de Pensamiento de José Martí, era un idealista, un hombre joven, le decíamos El habanero. Y el mismo día, sin saber lo de José Manuel Hernández, les dice a sus hombres: “No vale la pena seguir defendiendo una revolución, después de esto que le han hecho Hubert, yo no acepto esto”. Y agarra el arma, pero se la tiran los compañeros, se la quitan y le dejan allí. Y poco después, agarró un cuchillo y se dio no sé cuántas puñaladas y se mató, se desangró. Esos dos hechos tuvieron que ser una alerta para los Castro terrible. Pero lo que valió fue lo del juicio, no me aplaudieron por gusto, argumenté con mucho sentido común mi defensa. Acabo diciendo algo así como: “Mi lealtad a la Revolución es tal, que siempre he defendido su programa y lo estoy defendiendo ahora, y lo que yo quiero es que la Revolución cumpla su programa”. Fue un discurso inspirado, en el que uno se vuelca, en el que las palabras salen certeras. Y concluí con un: “Bendita sea mi muerte si eso prueba mi lealtad a la Revolución”, o algo parecido. Y esos hechos, que yo nos los programé porque esas cosas salen, reflejan la convicción del hombre que tiene principios y que pone por encima de su vida la defensa de sus valores, la integridad de su condición como ser humano. Eso fue lo que contribuyó a salvarme. Entonces hicieron una pausa, alargaron el juicio...viene Fidel un día, viene Raúl otro... y yo, en rebeldía cada vez que tenía que decir algo. Y en fin, no me fusilaron, el juicio les salió al revés. Los Castro tenían esperanzas de que con 20 años de prisión yo quedaría destruido, aplastado, acobardado... Dios no lo quiso.
- Vamos con la prisión, ¿cómo soportó aquellos 20 años?
- Desde el primer momento, incluso antes del juicio, me convencí en aquel calabozo, que era poco más que una ventana de la fortaleza del Morro, que tenía que ser fuerte. “Lo que yo no puedo es contribuir, con debilidad, con un arrepentimiento, a mi muerte moral, no. Yo tengo que vivir para defenderme. Cómo puedo hacer yo para demostrar al pueblo de Cuba que yo soy un hombre honesto”, pensé. Y en todos esos años yo tenía la certeza de que la razón estaba de mi parte. “Y a la larga se hará luz sobre este proceso”, me decía a mí mismo. Y todos aquellos años tenebrosos, con huelgas de hambre, de ensañarse conmigo... había días que pensaba que no podía más. En una de esas huelgas de hambre, lo cuento en el libro*, escribí: “La muerte es historia cuando los yertos despojos son una afirmación del ideal y del honor”. Eso era en una huelga de hambre en la que llevaba el noventa y tantos por ciento de morirme. Yo tenía la convicción de que mi vida tenía un sentido, tenía familia y mi familia tenía fe en mí (mi madre murió cuando yo llevaba 13 años preso). Había un compromiso con mi familia, había un compromiso con el país porque había gente buena que yo sabía que se podía identificar conmigo. Había que pensar en eso, en resumen yo decía: “No me queda otra opción que hacer el papel de valiente, seguir aferrado a mis ideales”.
- Vamos con la actualidad, Profesor. ¿Por qué cree que Castro tiene esa capacidad de supervivencia en el poder?
- Bueno, la suerte le ha ayudado. Es un hombre de suerte. En los intentos que ha habido de acabar con él el factor suerte ha jugado un papel determinante. Por ejemplo, en lo de Bahía Cochinos (3), ahí, la suerte la tuvo en que salió elegido Kennedy, cuando tenía que haber sido Nixon. Y Kennedy dejó lo de Bahía Cochinos en un simulacro. Después, cuando la crisis de octubre (4), los soviéticos decidieron retirar los misiles y no hubo guerra. Posteriormente, prepararon un atentado contra Fidel en Chile y el que iba a disparar no se atrevió. Y lo otro es la astucia de Fidel. Cuando se desintegra la Unión Soviética y se acaba la ayuda (militar, económica, tecnológica...), Fidel ya antes había establecido lazos con Franco (que admiraba a Castro, al fin y al cabo los dos eran gallegos) y ya con la democracia, en tiempos de Felipe (González), España le da soporte financiero, inversiones, que son salvadoras para Fidel Castro. Con España fueron Francia, Inglaterra y otros países a hacer inversiones en Cuba y entonces Fidel respiró. Las naciones que integran la Unión Europea, Canadá, Argentina... ayudaron a Fidel. Así que no han sido sólo los malabarismos y la suerte de Castro sino la responsabilidad, en el orden ético, de los gobiernos de naciones democráticas, con España a la cabeza, lo que le ayudó a sobrevivir. Pero yo diría que el uso del sistema del terror por parte de Castro ha sido fundamental. La sutileza, las astucias para manipular al pueblo cubano, porque la mayoría del pueblo sabe que es víctima de una explotación y degradación, que es el totalitarismo castrista que va más allá de lo de Stalin. En el totalitarismo de Castro hay todo lo que ha acumulado la humanidad desde los personajes aquellos de la antigua Siria, de la Roma tenebrosa, con la gran enseñanza adquirida sobre la administración del terror de los países de la órbita soviética y con la maldad del tirano caribeño e hispanoamericano.
- ¿Cómo ve al exilio cubano? Parece que hay división...
- Tiene que haber división. Donde no hay división es en el totalitarismo castrista.
- Me refiero a que desde que falleció Jorge Mas Canosa, parece que las fuerzas del exilio se han dividido y hasta cierto punto se han debilitado
- Yo no puedo defender a Jorge Mas Canosa porque nunca fui una persona afín a él. Mas Canosa se habría alegrado mucho de la muerte de Hubert Matos antes que de la muerte de Fidel. Lo digo así, porque incluso él (Mas Canosa) difundió en una ocasión la tontería de que yo le estaba preparando un atentado. Y la gente del FBI me llamó para decirme que me estaban investigando por ese asunto, pero lo hicieron de una forma discreta, incluso me reconocieron que creían que todo era una farsa, como poco después confirmaron. Yo nunca traté de convencer a Jorge Mas Canosa de nada, él era un opositor de Fidel Castro e hizo un buen trabajo en el cabildeo de Washington, pero sí creo que cometió errores, como mirarnos a nosotros (5) como un elemento que hay que quitar del camino. Por supuesto que las relaciones con Jorge Mas Canosa y su grupo nunca fueron muy buenas, pero ahora la gente que estaba con él, me trata con respeto, yo los trato con respeto, aunque estoy convencido de que ellos tienen unas ideas de la Cuba post castrista distintas a las que tengo yo.
- A eso iba yo. ¿Cómo ve usted la posible transición cubana?
- Yo quisiera que ya la transición hubiera empezado hace muchos años, pero está claro que es inimaginable que Castro vaya a propiciarla. La transición debe ser a pesar de Castro. Y yo no veo la posibilidad de que se produzca una transición pacífica, escalonada... el Proyecto Varela (6) fue rechazado por Castro y obligó a una reforma constitucional cuyo mensaje era: “Este régimen es inmodificable”. Y si Fidel muere, Raúl no tiene posibilidades. Ojalá que hubiera una explosión popular, pero no creo. Pienso que Fidel va a provocar un conflicto armado con EEUU. De hecho, el ya está amedrentando a la población diciendo que los yanquis vienen, que van a invadir Cuba, y todo eso es inventado por Fidel y en su día puede decir: “No, yo no puedo contener a miles de balseros porque los yanquis nos tienen axfisiados, no hay comida, no hay combustible...” y creará una histeria de preinvasión americana. Y cuando el pueblo crea que se va a producir la invasión, Fidel propiciará el conflicto. ¿Para qué? Para esconder su fracaso como gobernante y dejarle al pueblo una calamidad mayor, que es el país ocupado, para satisfacer su ego con un reto al imperialismo yanqui. Porque ya en el verano de 1958, cuando estábamos en la lucha, dijo: “Después de esto viene una guerra más larga que yo tengo que echarle a los yanquis”, es decir, que él ya estaba pensando entonces que se iba a fajar (pelear) con los americanos y ahora denuncia a los yanquis porque lo quieren axfisiar. Pienso que su ego enfermo lo está llevando a provocar a los yanquis para esconder su fracaso desastroso como gobernante (porque el país está arruinado, está hecho un desastre en todos los aspectos) y para darse el gustazo de pasar a la historia como un hombre excepcional que desafió al imperio. Para después de todo esto, dejar a los otros peleando con los yanquis y él refugiarse en alguna cueva que tenga en el Pico Turquino (7) y después perderse en el Amazonas o dios sabe en qué lugar. Pero ese es su plan. Por mucho que intente lograr un momento de valentía, tomándose tal vez media botella de whisky para enfrentarse a la muerte, no, no. Le va a huir a la muerte como pueda. En eso también es un personaje excepcional: tremendamente audaz y tremendamente cobarde. Por respeto al público no uso las palabra que los cubanos usamos (8).
- ¿Qué es lo que no le perdona a Castro? Supongo que serán muchas cosas, pero díganos sólo una.
- Pues el daño que le ha hecho a la nación cubana. Ha convertido a nuestro pueblo en un país con fama mundial de prostíbulo, ha pisoteado el sacrificio de jóvenes, mucha gente joven que se murió por puro idealismo (en este momento el Comandante Matos apenas puede contener las lágrimas) creyendo que hacíamos una revolución para bien de la nación cubana. Esa traición terrible, eso no se lo perdono a Castro. En el orden personal, yo puedo superar todas las crueldades, todas las mezquindades, y aquí estoy vivo con la esperanza de ver el amanecer de la nación cubana.
* "Cómo llegó la noche”. Hubert Matos. Barcelona: Tusquets, 2002. Colección Tiempo de Memoria.
(Hay otras ediciones en distintos países latinoamericanos). (1) Como paso previo a su incorporación a la lucha en la sierra, Hubert Matos viajó a Costa Rica donde consiguió una importante partida de armas que llevó consigo a Sierra Maestra.
(2) El 25 de noviembre de 1956, Fidel Castro y 81 miembros del Movimiento 26 de Julio, entre ellos Che Guevara, zarpan de Tuxpan (México) a bordo del yate Granma para iniciar la guerra revolucionaria. El desembarco en Cuba se produce el 2 de diciembre de ese año en la playa de Las Coloradas, en la costa sur de la actual provincia de Granma.
(3) El 17 de abril de 1961, un millar de exiliados cubanos anticastristas apoyados militarmente por EEUU, desembarcó en Playa Girón (Bahía de Cochinos). Su situación geográfica no era la más favorable estratégicamente para iniciar una invasión, pero sí la que menos perceptible hacía la presencia estadounidense: Kennedy prometió públicamente que no intervendría en Cuba. Su intención de no quedar en evidencia fue trastocando todos los planes hasta carecer de una mínima perspectiva de éxito.
(4) La presencia de misiles en Cuba había sido negada públicamente por el presidente soviético Khrushchev hasta que el 14 de octubre de 1962, aviones espías de EEUU fotografiaron las bases de lanzamiento balístico construidas en Cuba bajo el asesoramiento soviético. El presidente de EEUU, John F. Kennedy, consultó con sus asistentes diversas opciones: bloqueo militar, una invasión, un ataque aéreo, la diplomacia etc. Al final optó por la primera alternativa. El 22 de octubre Kennedy anunció el bloqueo naval para evitar la llegada de nuevos cohetes atómicos a la isla. Al mismo tiempo demandó a la URSS la inmediata retirada de las armas atómicas de Cuba. El país fue declarado en "cuarentena", aunque en realidad aquel cerco duró pocos días. Cuando el gobierno soviético inició conversaciones con el estadounidense, mantuvo al margen al régimen de La Habana, precisamente, al que se encontraba en la primera línea de combate. Al final Krushchev aceptó las demandas de Kennedy enviando un mensaje el 26 de octubre en el que anunciaba que los cohetes serían desplazados de Cuba. Como consecuencia se estableció un pacto según el cual EEUU se comprometía a no invadir a la isla, a no permitir que lo hiciera algún aliado, a levantar el bloqueo naval y a retirar los cohetes atómicos norteamericanos que apuntaban hacia la URSS desde bases estadounidenses en Turquía. Por su parte la URSS, además de retirar los misiles de Cuba debió comprometerse a no agredir a Turquía.
(5) Hubert Matos lidera actualmente la organización "Cuba Independiente y Democrática", con sede en Miami (EEUU).
(6) El Proyecto Varela, llamado así en recuerdo de un clérigo y prócer de la independencia cubana, propone la celebración de un referendo sobre una nueva ley electoral, de asociación y de apertura empresarial y una amnistía para los presos políticos.
(7) El Pico Turquino, de 1.974 metros sobre el nivel del mar, es la mayor elevación de Cuba, se encuentra en Sierra Maestra, en la zona oriental de la isla.
(8) La palabra es pendejo.
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