Raúl Castro ordenó el fusilamiento del Comandante Bonifacio Haza Grasso
El Reverendo Agustín González y el Comandante Bonifacio Haza Grasso con Fidel y Raúl Castro el 1 de enero de 1959
En la noche del 12 al 13 de enero de 1959 71 cubanos fueron fusilados en Santiago de Cuba por órdenes de Raúl Castro, entre ellos Bonifacio Haza Grasso.
Luis de la Paz ha publicado un artículo en El Nuevo Herald sobre el libro “Escritos sobre la arena”, de “Bonifacio L. Haza, hijo de Bonifacio Haza Grasso, comandante de la policía nacional en Santiago de Cuba en los días finales de la dictadura de Fulgencio Batista”.
Mi padre, Huber Matos Benítez, que había sido nombrado por Fidel Castro el jefe de las tropas rebeldes que tomarían por asalto la ciudad de Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959 ya se había reunido secretamente con el comandante Bonifacio Haza para ultimar detalles de esa operación y la cooperación de la policía. Por estas circunstancias para mi padre el fusilamiento de un oficial de la policía que estaba cooperando con el Ejército Rebelde fue una traición y un crimen.
Bonifacio L. Haza
Como en el artículo de El Nuevo Herald se menciona los testimonios de “los libros de Carlos Franqui y Hubert Matos”, he copiado las referencia que hizo mi padre en su libro Como llegó la noche sobre su relación con el comandante Bonifacio Haza en la que se demuestra su papel en aquellos momentos.
Fidel Castro ordenó a mi padre asumir la jefatura de Camagüey en los primeros días después del triunfo lo que dejaba a Raúl Castro como el jefe de la plaza en Santiago de Cuba. El 11 de enero aproximadamente 1000 efectivos de la Columna 9 Antonio Guiteras comenzaron a trasladarse a Camagüey. Mi padre llegó a esa ciudad el 12 de enero. Esa noche en Santiago de Cuba después de un juicio sumarísimo y en consecuencia sin garantias, fue fusilado el comandante Bonifacio Haza.
Como llegó la noche
“El comandante Bonifacio Haza, jefe de la policía de Santiago, vino secretamente a la comandancia a ponerse a mis órdenes. No se trata de una promesa falsa; trajo de garante al Reverendo Agustín González, quien fuera mentor de Frank País, el heroico revolucionario santiaguero asesinado por la dictadura. Por las contradicciones de Fidel, ahora resulta que Almeida, mi jefe titular, queda bajo mis órdenes. Lamento no entrar con la columna de asalto al centro de la ciudad como siempre había planeado. ¿Cuántos de nuestros hombres caerán? ¿Cuántos hogares cubanos estarán de luto mañana? Aquí, recostado al leal M-3, me quedo dormido cuando la claridad del amanecer marca el comienzo de un nuevo día”.
“–El criterio básico del plan es tomar la ciudad en el menor tiempo posible y con el menor costo posible. El pueblo está entusiasmado con la lucha y considero que va a participar. Es innecesaria una gran concentración de fuerzas rebeldes para dominar la situación. Con 1800 hombres escogidos se logra el objetivo. Lo acertado es aprovechar la desmoralización y el sentimiento de derrota que mina al enemigo, para alcanzar una victoria rápida y aplastante.
El comandante Bonifacio Haza, jefe de la policía de la ciudad, me ha enviado un mensaje con el reverendo Agustín González, garantizando que sus fuerzas se pondrán a nuestras órdenes con todos los carros patrulleros tan pronto yo le indique”.
Después de la huida de Batista
“La carta del coronel Rego la ha traído el jefe de la policía de Santiago de Cuba, comandante Bonifacio Haza, quien mantiene una prolongada charla con Fidel. Cuando partimos hacia El Caney, Fidel lo invita a sumarse a la comitiva.
–Vamos, vamos a Santiago para hablar con los oficiales –dice Fidel”.
“En el mismo vehículo viajamos hacia Santiago, Rego Rubido, Raúl Castro, quien acaba de llegar de la zona de Guantánamo, Bonifacio Haza y yo. Fidel baja hasta El Escandel a esperar nuestro regreso.
Entramos al Cuartel Moncada. El personal militar observa nuestro ingreso con una mezcla de temor y curiosidad. Alguien me entrega un recado de los presos que están aquí en los calabozos reclamando su libertad. Les pido que tengan paciencia, que en cuestión de horas quedarán libres”.
Por Huber Matos Araluce